Nos conocimos en el jardín
de infantes. Recuerdo que vos siempre estabas llorando. Te decían algo y llorabas. Te gritaban y
llorabas. Te tropezabas y llorabas.
Siempre llorabas por cualquier cosa. Eso me enojaba, no porque te la
pasaras llorando, sino porque lo hacías tan libremente, cosa que yo no podía.
Cómo podías llorar tan tranquilamente y yo ni siquiera podía derramar una
lágrima enfrente de mi propia familia por temor a que me dijeran que era
patético. No, no tenía temor a que me dijeran que llorar era patético, sino a
que yo era patética por llorar; eso me asustaba y mucho.
Recuerdo que un día te vi
llorar atrás de un árbol. Era raro ya que siempre llorabas donde alguien te
pudiera ver, o eso me parecía. Luego te vi llorando en el salón vacío, luego en
la casita, en la caja de arena, llorabas en todas partes pero, en algún momento me di cuenta de algo muy importante, no era que
lloraras en todas partes, sino que yo te buscaba cuando llorabas. No sé cómo ni
por qué, pero un día me acerqué y me senté a tu lado solo para decir: “sos un
llorón, no debés llorar enfrente de otras personas, sos un chico, así que no
llores más”. Recuerdo que me miraste y empezaste a llorar y de repente me abrazaste,
no te voy a mentir que me asusté por ese cambio tan brusco, pero de algún modo
me tranquilizó que poco a poco te fueras calmando hasta parar de llorar. Desde ese día no llorabas tan seguido y tampoco te
separabas de mí; se me hizo raro al principio, ya que no estaba acostumbrada a
estar con alguien, siempre jugaba sola, y vos llorabas solo, creo que por eso poco
a poco nos volvimos amigos y conocimos a un par de chicas un poco raras. Recuerdo
cuando nos hablaron por primera vez.
-Hola, ¿cómo se llaman? -eso
sí nos tomó desprevenidos, ya que nadie nos hablaba.
-Me llamo Camila y él se
llama Eric -nos presenté de un modo seco. Pensaba que ellas nos iban a
molestar como todos los demás, pero no
fue así.
-Hola, yo me llamo
Luciana -me dijo de forma alegre.
-Y yo Milagros -nos dijo la otra
chica de colitas.
Yo me sentía rara. Normalmente
nos molestaban, les pegaba y se iban y listo. Pero ellas no lo hicieron. Luego
de algunos días ya éramos cuatro locos que iban a todos lados juntos. Pensé que
no duraría más que el tiempo que estuviéramos en el jardín, y que nos mandarían
a escuelas diferentes pero quién diría que el destino nos reuniría en la misma
escuela y el mismo salón. En la primaria hicimos muchas locuras, de las cuales
ahora me acuerdo de aquella vez que rompimos una ventana. Vos me dijiste:
-Tengo miedo, nos van a
castigar y le van a decir a nuestras mamás.
Tenías los ojos llorosos. Sin
mentirte, yo también estaba asustada.
-Aunque no lo creas, yo
también tengo miedo y con tener miedo no arreglamos nada.
-¿Y si nos hacemos los
tontos y decimos que fueron los del otro grupo? -creo que fue la primera vez
que Luciana dijo algo útil.
-Estoy de acuerdo con eso.
Y eso fue lo que hicimos.
Funcionó, pero luego se dieron cuenta de que era mentira y nos castigaron por
una semana sin recreo. Fue una semana dura.
Pasaron los años. Llegó el
día de graduarnos de la escuela primaria para ir a secundaria. Recuerdo que lloraste
porque dije que quería ir a otra escuela, a la cual al final no pude entrar
aunque no me importó, ya que estaba con ustedes y era suficiente. El primer día
fue muy incómodo porque todos te molestaban por estar en un grupo de tres
chicas. Ellos siempre decían lo mismo:
-Miren a ese afeminado, qué
asco me da.
A mí me daba asco que te
trataran así sin conocerte. Sí tenían razón en lo de afeminado, pero lo del
asco estaba de más.
-Al menos él sí sabe lo que
es educación, no como otras personas.
-Camila, no le sigas el
juego, no vale la pena.
Pero la valía. Porque sé que
si me trataran a mí así, vos también lo harías.
A pesar de todo esto
nosotros nos divertíamos mucho, estábamos los cuatro juntos, pero no duraría
para siempre ya que después de un tiempo nos separamos poco a poco. No sé cómo
pero lo hicimos. Primero Milagros se fue a vivir a otro lugar, después Luciana nos
dejó de lado para estar con otras personas, y quedamos los dos solos como al
principio. Pero tampoco duró mucho ya que vos también te empezaste a juntar con
otras personas. No me molestaba para nada que tuvieras más amigos sino el hecho
de que ya nada era como antes, así que decidí irme a otra escuela, ya que nunca
me había gustado esa escuela, sólo me había quedado en ella porque ustedes
estaban allí.
Pasó un año desde que llegué
a esta escuela. Es chica pero me gusta. No hacen tanto ruido como allá. A pesar
de la distancia seguí teniendo contacto con vos y con Milagros y de vez en
cuando con Luciana. Me pregunto qué hubiera pasado si no me hubiera acercado a
hablarte ese día, cómo hubiera sido, es algo que siempre me voy a preguntar,
pero nunca voy a tener una respuesta y creo que es mejor así.
Me levanté por el sonido de
la alarma. Hoy es sábado y dije que iba a ir temprano a la casa de Milagros a
desayunar por el día del amigo.
-Mamá, me voy.
Escuché un “bueno” y salí.
Allí estaban ellos dos preparando
la mesa para desayunar. Fui y saludé.
-¡Feliz día del amigo a los
dos! -grité a todo pulmón. Me miraron y me dijeron:
-¡Feliz día del amigo!
Me senté con ellos y nos
pusimos a comer, estuve algo distraída por el sueño que tuve.
-Camila, ¿te sentís bien?,
te veo algo ida -me preguntó Eric preocupado.
-No pasa nada, solo soñé cómo
nos conocimos los tres y me quedé pensando -dije con una sonrisa, al tiempo que
seguía comiendo unas facturas.
-Sí, me acuerdo cuando los
conocí a ustedes dos -dijo Milagros, y se reía.
-Sí, yo también me acuerdo
cuando conocí a Camila, fue mi primera amiga -dijiste con los ojos brillosos.
-Ay, dejá de ser un llorón -te
respondí y te golpeé con toda mi fuerzas en tu hombro-. Siempre vas a ser un llorón
-dije, mientras te ponías a llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario