miércoles, 4 de abril de 2018

Instrucciones para emigrar - Federico Dobal


     Crees saberlo todo. Lo analizaste, estudiaste, repetiste y sabes cada uno de los pasos a seguir. Nada puede ni va a fallar. La ropa en la valija, los pasajes junto a los documentos, todo listo. Asumes que la vida, la vieja, la que crees dejar en recuerdos cabe en una valija, que 2, 4, 10, 125, 1340 fotos son suficientes. Te equivocas. No lo son, nunca lo serán. También crees que la vida, la real, la que te mereces, la buena, la que aún no te tocó esta allá, a un paso, en la otra provincia, ciudad o al otro lado del océano. Sin embargo, los problemas te esperan allí, si, también están agazapados, disimulados, hambrientos y golosos. Cuando menos lo esperas, te encuentras mirando al cielo, con el cuello rojo de bronca, implorando, buscando respuestas, desesperado, desencajado y desilusionado.
     Nunca, nunca, jamás serás uno más. Siempre serás del otro grupo, incluso cuando creas que ya sos parte, que conseguiste pertenecer, no lo eres. Deberás aprender la historia, el lenguaje, las costumbres, las comidas, tendrás que dejar las tuyas de lado, no del todo, aunque quieras no podrás, jamás. Cuando creas haber olvidado tus costumbres y adquirido las nuevas sentirás el dolor de no ser. Lo nuevo no te es familiar y lo viejo ya no es como antes. Entonces un haz de tristeza te inunda nuevamente el pecho, como la vez de la despedida, un aire seco, algo tibio que derrumba los pocos latidos con los que cuentas.
     Recetas. Recetas son lo que buscas, recetas e instrucciones. ¿Las instrucciones? ¿Dónde están las instrucciones para emigrar y no morir de dolor, tristeza, desesperanza o silencio? Los pasos deben ser simples. Simples, claros y concisos, sin exigencias, sin complicaciones, directos como un rayo de sol o una piña al mentón. Deberás levantarte bien temprano, dos horas son suficientes. Desayunas un café con leche o mate cocido y dos panes con mermelada, igual que en casa. Estudias tres nuevas palabras: un sustantivo, una comida y un verbo. Te abrigarás como nunca antes lo habías hecho, como en las películas pensarás, y te reirás por dentro. Caminarás cinco, diez o quince minutos hasta la parada del colectivo. Subirás e indicarás el destino, el conductor te mirará, girará la cabeza hacia ambos lados y te quitará la vista de encima, no desesperes, es así siempre (mejor despreciar que ayudar). Paga con un billete grande y de ser posible nuevo, espera el cambio. Si llega la próxima parada y no lo recibes, toma tu asiento. Mejor perder unas monedas que ganarse un enemigo. Trabajarás las horas necesarias, siempre más horas que tus colegas...dos, cinco, seis o doce más serán suficiente. Tomarás el colectivo como durante la mañana hacia el curso de idiomas. Ese es el mejor momento del día, podrás compartir tus experiencias con los demás inmigrantes, esos que el primer día fueron desconocidos, luego amigos y finalmente familia, hermanos. Por única vez en el día no te sentirás solo. Estudiarán duro y aprenderán rápido. Al regresar a casa, pasarás por el mercado, comprarás un tomate y seis salchichas, comerás dos y dejarás cuatro para la semana siguiente. Si tienes suerte mañana toca arroz o fideos. Luego de cenar estudiarás nuevamente, copiarás las noticias del día en tu cuaderno, te sentirás en la primaria nuevamente pero eso ayudará, créeme te ayudará mucho. Algunas palabras no las entenderás al principio pero con el correr de los días ya serán parte de tu vocabulario. Sentirás frío al acostarte, sentirás silencios agudos, esperanza difusa y dormirás, como un inmigrante, profundo y con sueños de a montón.
     No olvides jamás lo siguiente: agradece, siempre agradece, reiteradas veces de ser posible. Y pide perdón, no debes minimizar el poder del perdón. Nunca debes dejar pasar la oportunidad de bajar la cabeza. Si lo haces tendrás las armas de tu lado, no darás motivos, quizás así sí asistirás al acto del jardín de tu hijo, quizás.

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