viernes, 23 de noviembre de 2018

Llorón - Micaela Aquino


Nos conocimos en el jardín de infantes. Recuerdo que vos siempre estabas llorando.  Te decían algo y llorabas. Te gritaban y llorabas. Te tropezabas y llorabas.  Siempre llorabas por cualquier cosa. Eso me enojaba, no porque te la pasaras llorando, sino porque lo hacías tan libremente, cosa que yo no podía. Cómo podías llorar tan tranquilamente y yo ni siquiera podía derramar una lágrima enfrente de mi propia familia por temor a que me dijeran que era patético. No, no tenía temor a que me dijeran que llorar era patético, sino a que yo era patética por llorar; eso me asustaba y mucho.
Recuerdo que un día te vi llorar atrás de un árbol. Era raro ya que siempre llorabas donde alguien te pudiera ver, o eso me parecía. Luego te vi llorando en el salón vacío, luego en la casita, en la caja de arena, llorabas en todas partes pero, en  algún momento me di  cuenta de algo muy importante, no era que lloraras en todas partes, sino que yo te buscaba cuando llorabas. No sé cómo ni por qué, pero un día me acerqué y me senté a tu lado solo para decir: “sos un llorón, no debés llorar enfrente de otras personas, sos un chico, así que no llores más”. Recuerdo que me miraste y empezaste a llorar y de repente me abrazaste, no te voy a mentir que me asusté por ese cambio tan brusco, pero de algún modo me tranquilizó que poco a poco te fueras calmando hasta parar de llorar. Desde  ese día no llorabas tan seguido y tampoco te separabas de mí; se me hizo raro al principio, ya que no estaba acostumbrada a estar con alguien, siempre jugaba sola, y vos llorabas solo, creo que por eso poco a poco nos volvimos amigos y conocimos a un par de chicas un poco raras. Recuerdo cuando nos hablaron por primera vez.
-Hola, ¿cómo se llaman? -eso sí nos tomó desprevenidos, ya que nadie nos hablaba.
-Me llamo Camila y él se llama Eric -nos presenté de un modo seco. Pensaba que ellas nos iban a molestar  como todos los demás, pero no fue así.
-Hola, yo me llamo Luciana  -me dijo de forma alegre.
-Y yo Milagros -nos dijo la otra chica de colitas.
Yo me sentía rara. Normalmente nos molestaban, les pegaba y se iban y listo. Pero ellas no lo hicieron. Luego de algunos días ya éramos cuatro locos que iban a todos lados juntos. Pensé que no duraría más que el tiempo que estuviéramos en el jardín, y que nos mandarían a escuelas diferentes pero quién diría que el destino nos reuniría en la misma escuela y el mismo salón. En la primaria hicimos muchas locuras, de las cuales ahora me acuerdo de aquella vez que rompimos una ventana. Vos me dijiste:
-Tengo miedo, nos van a castigar y le van a decir a nuestras mamás.
Tenías los ojos llorosos. Sin mentirte, yo también estaba asustada.
-Aunque no lo creas, yo también tengo miedo y con tener miedo no arreglamos nada.
-¿Y si nos hacemos los tontos y decimos que fueron los del otro grupo? -creo que fue la primera vez que Luciana dijo algo útil.
-Estoy de acuerdo con eso.
Y eso fue lo que hicimos. Funcionó, pero luego se dieron cuenta de que era mentira y nos castigaron por una semana sin recreo. Fue una semana dura.
Pasaron los años. Llegó el día de graduarnos de la escuela primaria para ir a secundaria. Recuerdo que lloraste porque dije que quería ir a otra escuela, a la cual al final no pude entrar aunque no me importó, ya que estaba con ustedes y era suficiente. El primer día fue muy incómodo porque todos te molestaban por estar en un grupo de tres chicas. Ellos siempre decían lo mismo:
-Miren a ese afeminado, qué asco me da.
A mí me daba asco que te trataran así sin conocerte. Sí tenían razón en lo de afeminado, pero lo del asco estaba de más.
-Al menos él sí sabe lo que es educación, no como otras personas.
-Camila, no le sigas el juego, no vale la pena.
Pero la valía. Porque sé que si me trataran a mí así, vos también lo harías.
A pesar de todo esto nosotros nos divertíamos mucho, estábamos los cuatro juntos, pero no duraría para siempre ya que después de un tiempo nos separamos poco a poco. No sé cómo pero lo hicimos. Primero Milagros se fue a vivir a otro lugar, después Luciana nos dejó de lado para estar con otras personas, y quedamos los dos solos como al principio. Pero tampoco duró mucho ya que vos también te empezaste a juntar con otras personas. No me molestaba para nada que tuvieras más amigos sino el hecho de que ya nada era como antes, así que decidí irme a otra escuela, ya que nunca me había gustado esa escuela, sólo me había quedado en ella porque ustedes estaban allí.
Pasó un año desde que llegué a esta escuela. Es chica pero me gusta. No hacen tanto ruido como allá. A pesar de la distancia seguí teniendo contacto con vos y con Milagros y de vez en cuando con Luciana. Me pregunto qué hubiera pasado si no me hubiera acercado a hablarte ese día, cómo hubiera sido, es algo que siempre me voy a preguntar, pero nunca voy a tener una respuesta y creo que es mejor así.


Me levanté por el sonido de la alarma. Hoy es sábado y dije que iba a ir temprano a la casa de Milagros a desayunar por el día del amigo.
-Mamá, me voy.
Escuché un “bueno” y salí.
Allí estaban ellos dos preparando la mesa para desayunar. Fui y saludé.
-¡Feliz día del amigo a los dos! -grité a todo pulmón. Me miraron y me dijeron:
-¡Feliz día del amigo!
Me senté con ellos y nos pusimos a comer, estuve algo distraída por el sueño que tuve.
-Camila, ¿te sentís bien?, te veo algo ida -me preguntó Eric preocupado.
-No pasa nada, solo soñé cómo nos conocimos los tres y me quedé pensando -dije con una sonrisa, al tiempo que seguía comiendo unas facturas.
-Sí, me acuerdo cuando los conocí a ustedes dos -dijo Milagros, y se reía.
-Sí, yo también me acuerdo cuando conocí a Camila, fue mi primera amiga -dijiste con los ojos brillosos.
-Ay, dejá de ser un llorón -te respondí y te golpeé con toda mi fuerzas en tu hombro-. Siempre vas a ser un llorón -dije, mientras te ponías a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario